El enojo…es una emoción que en su forma más intensa en ira o cólera puede bloquear nuestro pensamiento racional al grado de solamente actuar impulsivamente. ¿Quién no ha experimentado esa falta de control? O en una formación reactiva, reprimir el enojo hasta que se manifiesta a través de algún síntoma o enfermedad.
Desafortunadamente, el enojo suele tener muy mala reputación. En consulta casi siempre lo encuentro en un extremo o el otro: por un lado, las personas que desde muy temprana edad aprendieron a reprimirlo, ya que “quien se enoja, pierde” o, por el otro, personas que vivieron en su infancia temprana en ambientes hostiles, violentos, en donde el enojo era terriblemente cotidiano.
El enojo es una emoción más, que, si es bien canalizada, puede ser una gran aliada para ajustar nuestro sistema de navegación interno sobre lo que está bien y lo que está mal para nosotros mismos (as). Gracias al enojo nos damos cuenta cuando estamos siendo tratados de una manera incorrecta, gracias a él sabemos que una persona ha traspasado nuestro espacio personal y también está presente cuando hay injusticias. Si nuestra capacidad de escucharlo esta bloqueada, ya sea porque es lo único que siento o porque no me permito sentirlo, no podemos poner límites adecuados que garanticen nuestra seguridad.
Bajas dosis de enojo entonces, son necesarias para nuestra supervivencia, pero si me he percatado que es una emoción muy constante, que escala rápidamente y que no puedo gestionar entonces tengo problemas con ella.
¿Cómo relacionarme mejor con mi enojo?
Primero, necesitamos reconocer que es una emoción de la cual necesito estar atento (a) a varios niveles. Para poder transformar al enojo, hay que reconocerlo y entender qué es lo que me está tratando decir.
Analiza si tienes prejuicios o frases eco respecto a tu enojo, por ejemplo “el enojo es malo” o “todos están en mi contra”. Reconoce si es que sueles ser hostil, hiper crítico (a) o pasivo agresivo (a). Esto, no con el fin de juzgarte si no con el fin de reconocer tu situación real.
Sigue las siguientes pautas para comenzar a relacionarte de una forma más consciente y saludable con tu enojo.
El enojo en mi cuerpo
La respuesta fisiológica del enojo es evidente si prestamos atención: temperatura sube, hay tensión en nuestro cuerpo, aumento de los latidos del corazón, entre otros. A nivel comportamiento, nos hace actuar de forma agresiva. La corteza frontal (pensamiento racional) puede pasar a una acción de fondo, siendo más bien neurotransmisores como el glutamato y la noradrenalina las que lleven el control, generando estrés.
Sé consciente de los signos y sensaciones que tu cuerpo te da de enojo para poder actuar gestionándolo antes de que escale fuera de tu control.
¿Qué causa mi enojo?
Esa es LA pregunta por resolver. Háztela.
Hay factores internos que pueden detonar nuestro enojo, como alguna preocupación o incomodidad, o externos como algún desacuerdo con alguien, frustraciones…
Sin embargo, en el caso de excesivo y recurrente enojo las razones pueden ser más profundas y pasadas. Estar enojados con alguno de nuestros progenitores, con la vida por la suerte que hemos tenido, como vinculación a través de la imitación del carácter de alguien significativo, son ejemplos de enojos más existenciales, por decirlo. En el fondo de estas percepciones casi siempre, se esconde la percepción de que no hemos sido tratados de manera justa.
Nuestro ambiente puede también estar constantemente detonando enojo. Si no estás de acuerdo con tu contexto, en vez de justificarlo, date cuenta que puedes modificarlo. No tienes que soportar algo que no te hace feliz.
Estrategias para aplicar
Cuerpo
· Respiración profunda: esta estrategia casi siempre funciona cuando aún estamos en niveles más calmados. Coloca ambas manos sobre tu estómago y al inhalar ínflalo, al exhalar tu estómago se relaja. Respira exclusivamente por la nariz.
· Tensar y relajar: tensa de manera consciente diferentes partes de tu cuerpo y después exhalando por la boca relájalas.
Mente
· Redirigir la atención: observa algún objeto que te llame la atención. Descríbelo en voz alta o en tu mente.
· Lugar tranquilo: piensa en un lugar que te genere relajación. Visualízate dentro de él, pon atención a los detalles de este espacio.
· Distracción: a veces sólo necesitamos unos minutos para impedir que nuestra impulsividad se haga presente. Distrae tu atención con alguna foto o algún recuerdo que te sea agradable.
Si bien estas estrategias pueden ayudar a manejar tu emoción en el momento, el punto es entender el mensaje que subyace a tu enojo. Para esto te recomiendo un proceso terapéutico.
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