Lo digital…en mi experiencia es un término que hacía que me fuese mentalmente de cualquier conversación. No lo entendía y mientras pudiera prender esta computadora y mandar uno que otro texto me daba por bien servida. Pertenezco a una generación en donde lo análogo aún existía como relevante no como memorabilia.
Ha sido un cambio grande, como analista de la mente humana decidí cuestionar estos prejuicios y aprender a ser más ágil en un mundo digital. Porque el cambio también se ha trasladado (sino es que fue su mismo origen) al terreno relacional, cómo interactuamos con nosotros mismos y con los otros.
Al ser migrante, lo he apreciado y gozado de los beneficios. Puedo seguir en comunicación con familia y amigos de manera casi inmediata, puedo trabajar con personas en otras partes del mundo y aprender de sus culturas y formas.
¿Qué es la terapia en línea?
Es aquella que se apoya del internet y algún dispositivo para llevarse a cabo. También conocida como telehealth, e-therapy, terapia a distancia o remota. Casi siempre se da a través de video llamadas por plataformas como WhatsApp, Zoom o Meet pero también puede darse por llamadas de audio o incluso a través de intercambios de mensajes o correo electrónico.
¿Cómo funciona desde la perspectiva del psicólogo(a)?
En lo profesional, fui lo suficientemente afortunada de haber incursionado en la terapia digital antes de la pandemia. Y digo afortunada, ya que como lo he mencionado mi conocimiento sobre la tecnología no era el adecuado, tuve que aprender antes de que todos tuviéramos que hacerlo.
El principal reto radicó sobre todo en traducir a un formato remoto ejercicios que yo consideraba esencialmente presenciales. Pero incluso esos, con ciertas modificaciones, los que podido implementar en sesiones por video llamada.
En mi trabajo terapéutico, llevar a la práctica es básico. Así que, durante las sesiones de terapia, dinámicas, ejercicios, role playings, visualizaciones guiadas y demás, sirven de fundamento para hacer la experiencia más rica.
Principales beneficios
Los requisitos de parte del o de la consultante son mínimos: tener buena conexión a internet y estar en un espacio privado. Con el beneficio incluso de poder estar en pijama si le apetece.
No tener que lidiar con el tráfico, estacionamiento o tener que cancelar porque nos enfermamos de algo contagioso pero que nos permite seguir funcionando, son otros beneficios muy tangibles.
He trabajado con pacientes que han experimentado ambos formatos y en ningún momento se ha perdido o dispersado la riqueza del trabajo terapéutico. Lo que ocurre en ese espacio es a veces tan intenso que, a pesar de no conocer en persona a algunos de mis pacientes, puedo conectar con sus gestos, personalidad, formas y particularidades. La distancia física no afecta la profundidad del trabajo y me alegra no haber tenido que ceder en este aspecto.
Principales contras
Hasta la fecha, los principales contras de esta modalidad me parecen la dependencia de que nuestra tecnología funcione para llevar a cabo la sesión (apagones, fallas en la red, lugares con poca recepción) y restricciones en el espacio del paciente como no tener otra silla, hojas de papel a la mano y otros materiales específicos. Nada que no se pueda planear con anterioridad.
Si tú, como yo antes, no te sientes lo suficientemente cómodo (a) con la tecnología, esta bien, puede ser algo tan sencillo como una llamada de WhatsApp. No hay necesidad de que te subscribas a algo ni de contar con modernas o caras aplicaciones. Si aún así, prefieres sesiones cara a cara, también está bien. No todo es para todos.
Te invito a probar, a considerar los pros y contras de la terapia a distancia y tener la experiencia antes de llegar a cualquier conclusión. Tal vez pueda ser adecuada para ti.
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